DE LA INDIGNACION A LA ACCION: POR QUE LUCHAMOS Y CONTRA QUE LUCHAMOS
“Las revoluciones habitan en el corazón de los individuos. Estas son las más importantes, las que ocurren a nivel ciudadano, las que un día te levantas y dices, no voy a hacer más esto. Pero cuando pasan a nivel social, a nivel institucional y sobre todo caen en manos de un hombre que quiere hacer ver a la gran mayoría qué es la revolución. Cuidado. ¡Peligro¡. Ya ahí ha dejado de ser una revolución”. Yoani Sánchez.
“La historia nos dice que la mejor excusa para la opresión ha sido siempre la pretensión de un hombre para decidir sobre la felicidad de los demás” Lord Acton
“Se ha vuelto en Venezuela a la prédica de un Estado benefactor cuyo propósito es la custodia de un conglomerado de protegidos a quienes se solicita, más que un compromiso con sus semejantes, la paciencia para recibir el bálsamo que sane sus heridas desde las alturas. Se han puesto los ojos en un hombre salvador, cuya función es la custodia de una sociedad desvalida. ¿No representan estos hechos un nuevo escollo en el sendero de la República y de los valores que la han sostenido a través de la historia? Elías Pino Iturrieta
En América Latina necesitamos una cultura y práctica política que combine de manera inseparable la libertad y la justicia social ideales, con logros efectivos y graduales. La historia demuestra, de manera repetida, que la mentalidad utopista que quiere saltar de la deprimente realidad al ideal, sin poner los medios, ni dar los pasos realistas y de avance trae más muerte. La realidad no la cambian las utopías que bajan del cielo, ni las promesas encendidas del último mesías demagogo”. Luis Ugalde
“La indignación puede ser una moral pero es una moral a corto plazo. No es ni ha sido nunca el sustituto de una política”. Octavio Paz
La democracia venezolana instaurada a partir de 1958 comenzó a dar signos claros de agotamiento en la década de 1980. El liderazgo político de entonces, como el de ahora, en un ejercicio de soberbia y autismo propio del poder, desestimó las aspiraciones de cambio de la sociedad venezolana.
Incapaz de renovarse, y hundido en el pantano de sus errores, ese liderazgo terminó por desacreditar el proyecto democrático venezolano que, con todas sus carencias, brindó al país uno de los períodos más largos de gobierno civil, alternancia pacífica en el poder y movilidad social de nuestra historia republicana. Proyecto que sin embargo se reveló impotente para atacar de raíz las causas del dualismo económico social y cultural de la sociedad venezolana y revertir el ciclo vicioso de exclusión en el que se convirtió nuestro modelo económico y social (el capitalismo rentístico).
Nuevos amos, viejas estructuras: ¿Cuál revolución?
La llamada revolución bolivariana llegó al poder en 1999 con la promesa de superar la pobreza y la exclusión y profundizar la democracia. Para lograr ese objetivo, se propuso transformar las estructuras políticas, económicas y sociales heredadas de la segunda mitad del siglo XX. Luego de 10 años en el poder, esa transformación se quedó en la propaganda y la esperanza se transformó en desesperanza. Después de 10 años, cambiaron los amos del poder, pero no las estructuras.
En el plano económico, en lugar de inventar una nueva estrategia de desarrollo, el gobierno socialista ha reproducido y afianzado el capitalismo rentístico de los últimos 50 años. El 93% de nuestras exportaciones y el 50% del ingreso fiscal son de origen petrolero. El producto interno de nuestra economía no petrolera ha regresado a niveles de 1977. Cerca del 80% del capital productivo del país está en manos del Estado. En los últimos 5 años, las importaciones han aumentado en un 400%. Las importaciones agrícolas en 1998 eran de 1300 millones de dólares, para el 2008 alcanzaron la cifra de 7.500 millones de dólares. Detrás de la fachada del desarrollo endógeno, nos hemos convertido en un país adicto a las importaciones, que crea empleo fuera de nuestras fronteras a expensas del empleo nacional. Cerca del 50% de la población sigue empleada en el sector informal de la economía mientras el número de industrias ha decrecido de 12.000 en 1999 a 6.000 en el 2008. Para 1999 los trabajadores del país se llevaban el 51% del ingreso nacional frente a 49% que se llevaban los dueños del capital. En el año 2008 los dueños del capital se llevaron el 63% del ingreso nacional frente a un 37% que se llevaron los trabajadores. En 10 años la inflación acumulada es del 650%. Frente a la caída de los precios de las materias primas a nivel internacional la única alternativa que propone el gobierno central es recortar el gasto, subir los impuestos y cruzar los dedos para que los precios se recuperen. Nada ilustra mejor lo poco que hemos cambiado nuestro modelo económico.
Las empresas de producción social, “germen y camino hacia el socialismo del siglo XXI”, son hoy un espejismo. Sólo el 10% de las 200 mil cooperativas creadas sigue activa. El sector de economía social es una chivera de empresas condenadas a vegetar en la retaguardia de la economía nacional y mundial, y a sobrevivir conectadas al respirador artificial del Estado. Las empresas básicas estatales son un desaguadero que distrae recursos de áreas sociales prioritarias: una copia al carbón del estatismo fracasado de los últimos 50 años.
En el plano social, de las 200.000 viviendas que necesitamos por año para superar en 10 años nuestro déficit habitacional, a duras penas se construyen 60.000. Tenemos déficit de educadores y médicos. Los resultados de la gestión social son francamente pobres si se los compara con el volumen de recursos destinados a la inversión social.
No se trata de desconocer esfuerzos y avances en el campo social, pero estos avances palidecen cuando se les compara con los recursos manejados y con las dudas, cada vez más acechantes, en cuanto a la sostenibilidad de los mismos. Más aún, estos avances sólo cobran real sentido si prevalece en el país un clima de libertades que permita a cada individuo ser el dueño de su propio destino.
En el plano de la seguridad pública, entre 1998 y 2008, los homicidios han aumentado 190%. Cerca de 1200 personas son asesinadas cada mes. Y lo que es aún más grave e indignante: menos del 10% de los homicidios recibe condena. El país es hoy territorio de impunidad, de mafias infiltradas en policías y de asesinos a sueldo.
En el plano político, se han dinamitado desde el poder los parámetros básicos de la convivencia democrática basada en el reconocimiento del otro y en el respeto a las reglas de juego establecidas en la Constitución. El poder ha terminado por definir quién es el pueblo y no al revés. Las inhabilitaciones políticas; la utilización de la justicia para perseguir a quienes disienten; la discriminación laboral por motivos ideológicos, y el empleo de los medios de comunicación del Estado para destruir la imagen de líderes sociales que se oponen al gobierno pone de manifiesto que sólo puede ser considerado pueblo el que está de acuerdo –o finge estar de acuerdo- con el gobierno. Para sobrevivir, a muchos venezolanos no les queda otro remedio que colaborar.
Hoy por hoy, esa gran mayoría de venezolanos que no se identifica con el socialismo tiene las puertas cerradas de todas las instituciones. No existe una solicitud de referéndum que prospere, las denuncias por corrupción contra el oficialismo se engavetan; las infracciones de los medios controlados por el gobierno no se sancionan; los consumidores que acuden a la justicia para denunciar la violación de sus derechos no obtienen respuesta, los medios de comunicación del Estado sólo dan cabida a los aplaudidores, nunca a los críticos. La Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo, la Fiscalía, la Contraloría y la Defensoría son unos representantes del Poder Ejecutivo frente al pueblo y no al revés. Para el gobierno, los venezolanos que no se pliegan a la línea oficial, no existen. Este es un juego peligroso: ningún gobierno puede sistemáticamente excluir a importantes grupos de la población y aspirar a la vez a una paz duradera.
Mención especial merece el desconocimiento de la voluntad popular expresada el 2 de diciembre del 2007 y el 23 de noviembre de 2008. Esos días, los venezolanos reafirmaron su voluntad de vivir en libertad, su voluntad de defender la propiedad y su voluntad de convivir en un país plural y federal. Desafiando la voz del pueblo que tanto invoca, el gobierno ha venido implantando el proyecto socialista que la sociedad rechazó como un cuerpo extraño el 2D, suplantando las autoridades electas por funcionarios usurpadores del voto expresado el 23N y entorpeciendo su gestión. Las costuras antidemocráticas del gobierno quedaron a la vista de todos. Luego de transitar por el camino institucional algunos años, el Presidente y sus colaboradores regresaron a sus orígenes del 4F: imponer por la fuerza lo que no pudieron conquistar con los votos. La fantasía de legitimidad de la revolución socialista se está desvaneciendo y los únicos instrumentos que le quedan al gobierno para imponer su proyecto son la compra de conciencias y el cañón de las pistolas.
Es así como el proyecto político que en su momento despertó la esperanza de millones de venezolanos se fosilizó. El socialismo del siglo XXI ha terminado por convertirse en sinónimo de acciones y políticas que la mayoría de los venezolanos aborrece: la estatización compulsiva de empresas, el intento de sustituir la propiedad privada por la propiedad social, el ataque a los medios de comunicación independientes, el cerco a la empresa privada, el secuestro de los poderes públicos, el desconocimiento de autoridades regionales electas por el voto popular, las prácticas antisindicales del gobierno, la tolerancia con el crimen, la corrupción desbocada, el discurso agresivo y divisionista y la exaltación de un modelo de socialismo como el cubano donde la clase gobernante se reserva para si los derechos fundamentales que le niega al pueblo.
Pero esa mayoría de venezolanos que hoy rechaza el socialismo del siglo XXI está desorganizada y sin horizontes. Y por lo tanto desmovilizada. Huérfana de alternativas, esa mayoría se debate hoy entre la indignación, el miedo y la resignación.
Atravesamos, cómo negarlo, tiempos difíciles y convulsionados, llenos de angustia para la familia venezolana. No es el primer contratiempo de nuestra vida como nación ni será el último. Nuestro proyecto republicano ha estado lleno de altibajos, de avances y retrocesos en la causa de la libertad. Pero si algo nos enseña nuestra historia es que Venezuela es un país capaz de tropezar para luego retomar la marcha con más fuerza: entre 1830 y 1847 nos levantamos de los escombros de la independencia para poner las primeras piedras de la república civil; luego de 1870 resurgimos de la guerra federal para sentar las bases de un Estado Nacional laico y civilizador. Entre 1936 y 1952, emergimos de una larga dictadura personalista para promulgar nuestra primera Constitución democrática, instituir el sufragio universal y poner nuestros recursos naturales al servicio del proyecto democratizador de la sociedad venezolana, aún inconcluso. Entre 1958 y 1989, a contracorriente del autoritarismo y el personalismo que prevalecían en América Latina, fundamos una democracia estable, con partidos que se alternaron pacíficamente en el poder trascendiendo el personalismo y con unas fuerzas armadas subordinadas al poder civil.
Y hoy, contra todos los obstáculos, una vez más saldremos adelante como nación si somos capaces de trabajar juntos para construir una mayoría organizada.
Voluntad popular: nuestro llamado a construir una mayoría organizada.
Voluntad popular es un movimiento social plural y democrático que busca organizar a millones de venezolanos para juntos superar la pobreza en paz y democracia, a través del trabajo productivo, la acción social y el desarrollo sustentable. Nuestra meta es construir un patria mas digna solidaria y prospera donde todos los derechos y deberes sean para todas las personas
A lo largo de estos 10 años, muchos venezolanos se han empeñado en conservar espacios de libertad para nosotros. Trabajadores petroleros, periodistas y dueños de medios, actores, estudiantes y profesores, empresarios, sacerdotes, intelectuales y artistas, líderes sindicales y vecinales, trabajadores sindicalizados e informales, gobernadores y alcaldes, diputados, jueces y fiscales, policías y militares, amas de casa, transportistas, agricultores, profesionales. También tenemos presentes a todos los venezolanos que han entregado sus vidas en manos de la violencia sectaria tolerada por las autoridades.
Pero nos ha faltado claridad de metas y unidad de tiempo y acción en la lucha. Algunos sectores tardaron en comprender que la libertad es indivisible y que ningún venezolano puede permanecer indiferente frente a la pérdida de libertades de otros venezolanos. EN VOLUNTAD POPULAR damos la bienvenida a todos aquellos trabajadores que desde el 15F han visto cercenada su libertad sindical por el mismo gobierno que antes atropelló -y continúa atropellando- las libertades de los demás ciudadanos.
A todos ellos les decimos: ¡Es el momento de la voluntad popular para la organización popular!.
Es por eso que hoy, desde VOLUNTAD POPULAR, hacemos un LLAMADO:
A quienes en su momento soñaron con un cambio y se encontraron con el continuismo.
A quienes se desengañaron con el socialismo del siglo XXI y no encuentran quien les devuelva la esperanza.
A quienes sueñan con un país donde todos los derechos sean para todas las personas.
A quienes quieren que Venezuela sea para los Venezolanos.
A quienes piensan que la libertad es una condición indispensable para el desarrollo económico y social de nuestro pueblo.
A quienes aspiran tener un país productivo y a la vez solidario.
A quienes prefieren dedicarse a construir lo que falta en lugar de destruir lo que hay.
A quienes buscan incluir sin excluir.
A quienes quieren construir juntos lo que no podemos hacer solos.
Una alternativa popular frente al socialismo del siglo XXI
Nuestra diferencia con el socialismo del siglo XXI, surge por visiones y conductas muy distintas para superar la pobreza y la exclusión y por la forma de entender la relación entre el Estado y el ciudadano.
Para el socialismo del siglo XXI la libertad es un obstáculo para la superación de la pobreza; para VOLUNTAD POPULAR la libertad es una precondición para erradicar la pobreza. Más aún, el ejercicio pleno de todas las libertades por todas las personas es lo que da sentido a la lucha contra la exclusión.
Para el socialismo del siglo XXI, la superación de la pobreza se logra aumentando sin límites el poder del gobierno a expensas de la sociedad. En su fe ciega en el Estado, el socialismo del siglo XXI es una copia al carbón del populismo estatizante de los últimos 50 años. Por eso, después de 10 años de gobierno socialista, la consigna de “todo el poder para el pueblo” ha terminado por convertirse en “todo el poder para el Estado”. La pretensión del gobierno de ser el principal empleador del país es un medio para controlar y subordinar al ciudadano, limitar su libertad de elegir y explotar su dependencia.
Para VOLUNTAD POPULAR, el camino de la superación de la pobreza pasa por darle más poder a la sociedad y al individuo, y por una acción concertada entre el Estado y la empresa privada para crear más riqueza y oportunidades. Donde el Estado concentre su poder y sus recursos en apoyar y capacitar a esa vanguardia de batalladores emergentes que todos los días se levantan temprano para trabajar, emprender y sacar adelante a sus hijos, luchando contra todos los obstáculos para salir de abajo. EN VOLUNTAD POPULAR defendemos la descentralización del poder económico y político, y la existencia de múltiples opciones de empleo, para que todos podamos conservar nuestra libertad de conciencia, sin que nadie nos pueda someter a un chantaje laboral que nos impida ser lo que somos.
Para el socialismo del siglo XXI la superación de la pobreza se centra en distribuir la riqueza que ya existe en lugar de crear la riqueza que no existe. En este punto, imita al socialismo del siglo XX: una vez redistribuida la riqueza material creada por la economía de mercado que se destruye en el proceso de transición hacia el socialismo, el nivel de vida de la población se estanca en medio de un sistema donde no hay incentivos para trabajar ni producir. Es así como el socialismo termina por igualar hacia abajo: todo el mundo igualmente pobre y esclavo del gobierno.
VOLUNTAD POPULAR propone unir todo el potencial de creación de riqueza de la economía de mercado con una ampliación de las oportunidades económicas y educativas que permitan a todos los ciudadanos participar en la creación de riqueza y bienestar. Un país pobre, no puede tener derechos ni beneficios sociales de país rico.
El socialismo del siglo XXI le propone a los ciudadanos un trueque inaceptable: entregar su libertad a cambio de satisfacer sus necesidades básicas más apremiantes, de asegurar una existencia mínima, por precaria que ésta sea. En el socialismo del siglo XXI, el acceso a un trabajo, a un ascenso, a una beca o a una universidad supone una lealtad real o fingida hacia el proyecto socialista, con el cual se contrae una deuda eterna que hipoteca el futuro de nuestra gente. El socialismo del siglo XXI atribuye al gobierno la irrealizable y peligrosa tarea de garantizar la felicidad social de sus gobernados, a partir de un concepto de felicidad social trazado desde el poder.
VOLUNTAD POPULAR, en cambio, lucha por remover los obstáculos y crear las condiciones para que cada ciudadano pueda buscar su propia felicidad y tenga las oportunidades para ello, sin distinción de ideología política, sin discriminación de ningún tipo y sin necesidad de profesar una lealtad fingida frente a los titulares del poder.
La agenda de cambio de VOLUNTAD POPULAR nace y se funda en el individuo y en las redes sociales y populares, que son los verdaderos portadores de la energía vital de un pueblo.
Libertad, seguridad y desarrollo social.
Nosotros entendemos que la lucha ancestral del pueblo venezolano es por conquistar la LIBERTAD. Entendida la libertad como la capacidad para elegir nuestro destino y tomar las decisiones que nos conciernen, sin que otros las tomen por nosotros. En VOLUNTAD POPULAR estamos convencidos en que no basta dejar de ser pobre si no se es libre¡¡¡
La ausencia del Estado en implementar una auténtica política de DESARROLLO SOCIAL orientada a la creación de igualdad real y efectiva de oportunidades para todos atenta contra el ejercicio equitativo de la libertad. La ausencia del Estado en implementar una política de SEGURIDAD efectiva atenta también contra nuestra libertad, que se ve cercenada por el desbordamiento del crimen.
Nosotros asumimos que el papel del Estado es remover los obstáculos para que la gran mayoría de venezolanos pueda ejercer sus derechos y libertades. Todos los derechos, si, pero para todas las personas. De forma que las posibilidades de triunfar en la vida no estén determinadas por el hogar ni la región donde nacimos, sino por nuestro esfuerzo y nuestra voluntad de superación. Y que ese esfuerzo de crecer y vivir en libertad no se vean truncados por la acción de los delincuentes.
Pero nuestra libertad está también amenazada por el exceso y la concentración de poder en manos del Estado. Cuando el gobierno se convierte en el principal empresario y empleador del país, tiene un control sobre lo que se piensa, lo que se dice, lo que se produce y lo que se publica. Cuando los tribunales y legisladores están subordinados al Poder Ejecutivo, existen gracias y concesiones, pero no derechos y libertades. Cuando el gobierno regula en forma obsesiva la vida económica y social, reduce el campo de nuestra autonomía para decidir lo que es mejor para nosotros.
Por eso, asumimos que el papel del Estado es aumentar la libertad de todos los ciudadanos para hacer de Venezuela un país de hombres y mujeres libres: LIBRES DE POBREZA Y DISCRIMINACION POLITICA, LIBRES DE MIEDO, LIBRES PARA SALIR Y LLEGAR DE NUESTROS TRABAJOS, LIBRES PARA SUPERARNOS, LIBRES PARA EMPRENDER, LIBRES PARA DISFRUTAR LO QUE ADQUIRIMOS CON NUESTRO ESFUERZO, LIBRES PARA DISENTIR, LIBRES PARA EXIGIR NUESTROS DERECHOS, LIBRES PARA ELEGIR Y SER ELEGIDOS.
Libertad, seguridad y desarrollo social forman así un triángulo fundamental en nuestra visión. Sin libertad, la seguridad y el desarrollo pierden todo sentido de realización. Dejar de ser pobres sin ser libres es otra forma de esclavitud. La libertad sería un precio muy alto a pagar, aun el supuesto de que su sacrifico implicara seguridad y desarrollo. A su vez, sin seguridad y desarrollo, sólo algunos privilegiados pueden disfrutar de la libertad. Y por último, pero no menos importante, los países que han cercenado la libertad con el pretexto de alcanzar la igualdad y el desarrollo, han terminado por quedarse sin libertad sin haber alcanzado el desarrollo.
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